Entre lo Sagrado y lo Profano

El soporte y el medio plástico de Natalia Gajardo es ella misma, su cuerpo es afluente y cauce, origen y recorrido. Sus obras se revelan como un efecto de las vicisitudes diarias que han ido arando su cuerpo, su humanidad y por consecuencia sus pensamientos más profundos, los que se manifiestan a través de estas historias personales que van plasmándose en conceptos, color, figuras, imágenes que hacen un todo coherente y poético. Busca la conexión con lo sagrado, por ello el ritual es fundamental en su proceso, el que desarrolla sistemáticamente como un apostolado, siguiendo rutas que la encaminan al encuentro de estos signos, que como coordenadas va anotando en su carta de navegación, la que no siempre enfrenta mares tranquilos y naufragar es parte del cometido que así misma se ha propuesto. Su proceso creativo se nutre del desafío, el que carga como un evangelio apócrifo y que le permite crear montajes, artefactos, organizar formas reconocibles que deconstruidas pasan a ser su escritura. Señas y símbolos se entrecruzan, confundiendo y dejando un misterio en la posible lectura del espectador fugaz, ejemplo de ello son sus altares de corazones heridos, nos habla de la pasión cristiana? Su vía crucis? El dolor de los amantes? Puede ser una estás alternativas o ninguna de ellas, porque los elementos exhibidos se vinculan con ciertos arquetipos y ahí está el paradigma pleno de la obra de Natalia Gajardo, que hace creación todo ese compendio de elementos referenciales de la memoria colectiva, pero que su línea discursiva troca bajo su torrente sanguíneo y lo plasma en diferentes formas plásticas, que le sirven para transmitir sus deseos, heridas, cicatrices y vientos favorables que se transmiten mediante video, fotografía, cerámicas, collages, pintura, variedad de posibilidades que hacen un conjunto, una instalación, construcción o puesta en escena, que bajo un ovillo de oro de Ariadna enlaza para no perderse en el laberinto de la infinidad plástica. Sus obras pueden ser barrocas, pero también minimalistas, dependiendo de la temática a abordar, no perdiendo en la forma la sustancia del contenido. Su religiosidad es una estampa interna que se combina con lo estoico y con lisuras de lo erótico, la desnudez de su cuerpo es prístina en imágenes que se llenan de sugerencias, el zapato de tacón alto, lo puro y fetiche en un abrazo que purgan una atmósfera erótica, llevándolo a lo leve, lo sugerente, mostrándonos belleza corporal en un recinto ajeno a ese cuerpo de la artista, proveyendo lecturas anárquicas, pero que crean un escenario lleno de claroscuros y luces sutiles, con guiños a la obra de un Velásquez contemporáneo. La obra general de Natalia Gajardo, es una brisa fresca a la conceptualización chilena actual, que todavía nostálgica de la tragedia, no se sobrepone al golpe en todos sus sentidos y vive de un dolor que de arrastre que si bien es difícil olvidar ha atrapado iconográfica mente a muchos, esto no implica que la artista no tenga igual demanda reflexiva, lo tiene y muy profundamente, pero ella ha internalizado lo doliente y lo ha hecho obra propia, donde el detalle hace al conjunto, su trabajo es de artífice en la modelación y elaboración de su puesta en escena medial, al borde de la compulsión y la obsesión, con un carácter perfeccionista que le da nivel a su creación. Sus montajes propician interés por lo diferente, por su afán de encontrar la santidad o esa piedra filosofal que la ha guiado en su destacada y prematura carrera artística, venida de un sur pluvial y que hoy la tienen buscando romper fronteras en una pasmada capital que se hace cada día más monolítica y presa de su propio desinterés cultural, atrapando en su recinto a estas bellas mariposas de la creación que como Natalia han roto su crisálida y luchan por mostrar sus bellos colores tornasolados.

Jorge Berríos Rodríguez
© Maestría en estudios de arte Universidad Iberoamericana México
Profesor de artes visuales UMCE Chile
Director Casa Autónoma Arte y Cultura, Providencia Chile